* Artículo de Enrique Ortegón, Gerente General, Salesforce Caribe y Américas de Habla Hispana (CaSSA)
La película Volver a Futuro predijo de manera acertada muchas cosas que el día de hoy son realidad. Y aunque nos faltan algunas, hoy podemos contar con autos que se conducen solos, robots, y bots que responden preguntas de manera humana, recomendaciones inteligentes sobre cuando dejar un lugar para llegar a tiempo al otro tomando en cuenta el clima y el tráfico.
Muchas de las marcas que utilizamos en nuestro día nos conocen perfectamente bien y nos dan recomendaciones proactivamente. Google predice tus palabras en la barra de búsqueda, Facebook te ofrece noticias personalizadas, Amazon conoce todas tus preferencias detalles de compra (desde libros hasta artículos personales), Netflix es capaz de inventar géneros completamente nuevos de acuerdo a tus preferencias (sin importar que tan nostálgicas sean).
Todas esas tecnologías están impulsadas por la inteligencia artificial (IA): sistemas complejos que logran procesar y analizar todos los datos que nuestra sociedad genera y almacena. Estos sistemas son capaces de aprender, responder y predecir en base a la cantidad más grande de datos en la historia, y la cual solo seguirá creciendo.
No fue fácil llegar hasta aquí. Como lo comenta un artículo del New York Times, el interés en la IA en los años 80 dio lugar a un pequeño boom. Sin embargo, debido a que carecía de un uso viable para los negocios, se produjo el “invierno de la IA”. Hoy, la mayor cantidad de datos y el inmenso poder de procesamiento han hecho posible la IA —esta vez en serio. Como resultado, las inversiones en IA están en auge. Como menciona The Times:
“El financiamiento para empresas emergentes de IA ha aumentado más del cuádruple a $681 millones de dólares en el 2015, de $145 millones de dólares en el 2011, según la compañía de investigación de mercado CB Insights. La compañía estima que las nuevas inversiones llegarán a $1,200 millones de dólares este año, lo que representa un incremento de 76% respecto al año pasado”.
Actualmente existen muchos usos para esta tecnología, pero creo que estamos solo rascando la superficie sobre el potencial impacto que puede tener en nuestras vidas. La combinación de la conectividad a internet y la propagación de dispositivos móviles resulta en miles de millones de aparatos conectados que se pueden beneficiar de la IA, al servicio de la humanidad.
Nuestra vida está a punto de cambiar de una manera muy rápida. Estas son cuatro maneras en que la IA lo cambiará todo:
¿Has notado cómo las computadoras son cada vez más pequeñas y, a la vez, más inteligentes? También son más baratas. Hoy en día, hay una computadora dentro de cualquier cosa con un botón de encendido/apagado. Todos estos nuevos dispositivos inteligentes —desde tostadores hasta cepillos dentales, termostatos, focos y automóviles— se conectan en red y se comunican entre sí, con las empresas y con los consumidores. ¿Por qué no habría tu auto de avisarle a tu casa que estás por llegar para que tu casa le diga al horno que se precaliente a la temperatura adecuada para ese pescado que ya sabe que acabas de comprar porque lo compraste con tu teléfono, y tu teléfono se lo informó? Detrás de cada dispositivo hay un cliente, y la próxima generación de clientes esperamos una experiencia conectada e inteligente. Nos referimos a muchas cosas conectadas: 6,000 millones de cosas que, afirma Gartner, requerirán soporte en el 2018. Esos miles de millones de cosas conectadas significan volúmenes gigantescos de datos de clientes. Las empresas necesitan ser inteligentes en cuanto a la manera en que recopilan, digieren y aplican esos datos, que son el alma del Internet de las Cosas… siempre y cuando se puedan utilizar en forma adecuada y al servicio del cliente.
Se está produciendo una brecha enorme entre las compañías y los clientes. De todos los datos que los clientes crean, menos del 1% se analizan, de ahí que el 77% de los clientes afirmen que no sienten que las empresas con las que interactúan tienen una relación con ellos. Existen tantas maneras de leer los datos y tantas conclusiones a las cuales llegar sobre los hábitos y las preferencias de los clientes, y, sin embargo, la mayoría de esas posibles perspectivas se quedan a medio camino porque las empresas no dan prioridad al análisis de esos datos. Las nuevas herramientas revelan perspectivas útiles sobre el cliente. Esas perspectivas existen a lo largo de un espectro de inteligencia: las herramientas más básicas requieren que extraigas información de ellas, mientras que las herramientas más inteligentes te entregan información y anticipan lo que quieres saber. Para éstas últimas utilizamos el aprendizaje automático.
Con el aprendizaje automático, los sistemas de cómputo pueden tomar todos esos datos del cliente y complementarlos, a fin de operar no sólo con lo que se ha programado, sino también para adaptarse a los cambios. Los algoritmos se adaptan a los datos, lo que les permite desarrollar conductas previamente no programadas. Aprender a leer y reconocer el contexto significa que un asistente digital podría escanear los mensajes de correo electrónico y extraer lo que necesitas saber. Inherente a ese aprendizaje es la capacidad de realizar predicciones sobre el comportamiento futuro, conocer al cliente de manera más íntima y ser no nada más proactivo, incluso prescriptivo.
Los datos masivos y el análisis producen patrones, y cuando las máquinas más inteligentes son capaces de leer patrones y aprender de ellos, pueden descifrar lo que sigue, deducir en lugar de asumir, y concluir en lugar de adivinar. La promesa de un “asistente digital” no es la voz robótica que responde tus preguntas sobre el clima y los horarios de cine, sino que sabe tus patrones, aprende de ellos y nos recuerda que salgamos en ese momento para romper nuestro récord de llegar dos minutos tarde el 80% del tiempo. El sistema necesita alimentarse, y de ahí partirán máquinas más inteligentes, dispositivos conectados y la capacidad de predecir nuestras necesidades y deseos. Entre más información de calidad proporcionemos al sistema, mayor será su inteligencia y capacidad de servirnos.
En todas esas áreas, la IA nos ayudará a trabajar de manera más eficiente, al igual que nos permite etiquetar a gente en una foto de Facebook. El “invierno de la IA” no volverá a repetirse, y las compañías de todos tamaños se beneficiarán de ella. Desde mi punto de vista, y contrario a la predicción de un popular show de TV, para Inteligencia Artificial (IA) el inverno no va a llegar, el inverno ya acabó.